ParĂ¡sitos internos en perros y gatos

Los parásitos internos viven en el interior de otro ser vivo, el hospedador. Dichos parásitos internos son habituales en perros y gatos, especialmente en los animales de corta edad. Los parásitos internos pueden invadir muchas zonas del cuerpo, como el tubo digestivo (por ejemplo, el intestino), el corazón, los pulmones, los ojos, las vías urinarias, la piel, la musculatura e incluso el cerebro. Existen diversos tipos de parásitos internos que se pueden clasificar en función de los órganos que invaden. 

Muchos parásitos internos tienen ciclos de vida complejos y migran por el cuerpo del animal infestado a medida que maduran. Algunas especies necesitan parasitar y madurar en otro tipo de animales distintos para multiplicarse e infestar después a perros y gatos. Los parásitos internos tienen una gran repercusión en la salud del animal, ya que pueden causar enfermedades graves, algunas de las cuales se pueden transmitir a las personas: estas enfermedades se llaman zoonosis.

La mayoría de los parásitos internos adultos son lo bastante grandes para ser perceptibles a simple vista, pero también pueden permanecer ocultos en el cuerpo del animal cuando invaden un órgano interno (p. ej., el corazón). 

En el caso de los parásitos internos del intestino, en ocasiones es posible ver los gusanos en las heces. Sin embargo, los huevos son microscópicos y no es posible detectarlos a simple vista; a menudo, están presentes en las heces, listos para infectar a otro animal.

GUSANOS INTESTINALES DE LOS ANIMALES DOMÉSTICOS (4 TIPOS PRINCIPALES)

Los vermes redondos y, en concreto, los ascáridos son los más abundantes y están muy extendidos por todo el mundo. Los gusanos adultos tienen forma cilíndrica, miden unos 10 cm de longitud y su aspecto recuerda a un espagueti. Los cachorros y los gatitos se infectan a través de la leche materna o durante la gestación, y todos los animales de compañía (ya sean de corta edad o adultos) pueden resultar infestados a partir del suelo o el pelaje contaminados con heces de hospedadores infestados con el parásito adulto. Los vermes redondos se pueden también transmitir a las personas, sobre todo a los niños. Las infecciones por vermes redondos son una zoonosis de gran importancia, ya que pueden provocar una enfermedad grave, especialmente en los niños, sobre todo si las larvas migran a los ojos (larva migrans ocular), donde pueden causar ceguera, o a las vísceras (larva migrans visceral). Por esta razón, es esencial ocuparse de prevenir la infestación por estos parásitos mediante la administración periódica de antiparasitarios, y hacerlo siempre con el asesoramiento de su veterinario.

Los ancilostomas son gusanos pequeños y delgados que no alcanzan 1,5 cm de longitud y que tienen forma de gancho. Pueden infectar a perros y gatos. Viven en el intestino del animal, donde se alimentan de sangre. Los animales domésticos se pueden infectar a través de la leche materna o a partir del suelo o el pelaje contaminados. A diferencia de los vermes redondos, los anquilostomas también pueden atravesar la piel. Los anquilostomas se pueden transmitir a las personas. En el ser humano, las larvas pueden migrar a la piel, donde provocan lesiones cutáneas moderadamente inflamadas y generalmente elevadas (erupciones serpiginosas), así como enteritis eosinofílica (una enfermedad digestiva).

Los trichuris son gusanos mucho más pequeños que tienen forma de látigo, frecuentes sobre todo en los perros, donde parasitan el intestino grueso. Los perros se infectan por el contacto con el suelo o el pelaje contaminados con los huevos del parásito.

Las tenias son parásitos intestinales de gran importancia, por el hecho de ser bastante habituales y por poder transmitirse al ser humano con consecuencias más o menos graves. Varias especies pueden parasitar a perros y gatos, entre ellas Echinococcus spp., Dipylidium caninum y Taenia spp. Los adultos poseen una cabeza con la que se anclan a la pared intestinal, mientras que su cuerpo plano queda suspendido entre los alimentos digeridos. El cuerpo de estos gusanos está dividido en segmentos y puede ser muy pequeños o alcanzar hasta 2 m de longitud. Los gatos, y especialmente los perros, pueden resultar infectados por comer carne cruda (E. granulosus), cazar roedores (E. multilocularis) o ingerir pulgas durante el acicalamiento (Dipylidium caninum).

La especie Echinococcus es la más temida, debido al riesgo de contagio a las personas, en las que puede ocasionar graves consecuencias. En las personas estos gusanos pueden provocar equinococosis alveolar y quística (invasión de los parásitos en el hígado y los pulmones), que requiere tratamiento farmacológico y quirúrgico. La equinococosis es una zoonosis importante cuya prevención requiere la aplicación de medidas higiénicas y la desparasitación periódica de las mascotas.

Otros parásitos intestinales de tamaño microscópico, como Giardia o Tritrichomonas, también pueden infectar a perros y gatos, y pueden asimismo transmitirse a las personas.

GUSANOS DEL CORAZÓN Y VERMES PULMONARES

Estos gusanos redondos pasan su vida adulta en el corazón y los pulmones de los perros y los gatos.

La dirofilariosis (Dirofilaria immitis) es la más importante de las enfermedades causadas por este tipo de parásitos y está presente en muchos países incluso aquí en Argentina. La dirofilaria es transmitida por varias especies de mosquitos, pero como la larva de este gusano necesita un verano caluroso para desarrollarse dentro del insecto, queda limitada a zonas ribereñas. Sin embargo, el calentamiento global está favoreciendo la expansión del parásito hacia zonas más septentrionales.

La estrongiloidosis. Este tipo de parásitos tiene un estadio intermedio que vive en las babosas y en los caracoles, e infectan al perro o al gato cuando éstos los devoran. Una vez en el cuerpo del animal, pueden invadir los órganos internos, sobre todo los pulmones.

Los gusanos intestinales alteran la función normal del intestino y el crecimiento del cachorro. Las infestaciones por estos parásitos pueden causar desde una enfermedad inapreciable, que no provoca prácticamente síntomas clínicos en los animales adultos, a un cuadro grave en los cachorros, en los que aparecen síntomas gastrointestinales como diarrea, vómitos y pérdida de peso que, en última instancia, pueden acabar provocando la muerte del animal. Otros síntomas graves pueden incluir hinchazón del vientre, apatía, tos y pérdida de sangre. La gravedad de la enfermedad depende del número de gusanos que infestan al animal y de la edad de éste.

No obstante, es posible que algunas mascotas infectadas no muestren ningún síntoma clínico. La mayoría de los animales adultos pueden sufrir únicamente un ligero deterioro de su estado general, por lo que muchos propietarios no son capaces de detectar el problema. Algunos pueden ver segmentos de tenia, con aspecto de “granos de arroz”, en las heces y observar algunos síntomas leves en su mascota, como irritación anal, que en ocasiones, provoca que el animal arrastre la zona de la parte posterior por el suelo de una manera muy característica para aliviar el picor (“signo del trineo”). Por esta razón es tan importante que la prevención se realice de forma constante y periódica.

Los gusanos del corazón y los vermes pulmonares provocan lesiones de diversa consideración en los vasos sanguíneos del corazón y los pulmones cuando migran por el cuerpo. Los gatos y los perros que presentan dirofilariosis pueden no presentar síntoma alguno, pero también pueden manifestar toda una serie de síntomas relacionados con disfunciones pulmonares, cardiacas, hepáticas o renales, según en qué fase se encuentre la infección. La enfermedad puede ser de presentación aguda, pero normalmente comienza con síntomas que pasan casi totalmente desapercibidos. En función del número de gusanos y de la fase de la infestación, los perros pueden no mostrar ningún síntoma clínico, o bien pueden mostrar algunos síntomas como: desinterés por el juego y el ejercicio, vientre hinchado, o tos, apatía o letargo.

 Fuente: www.ar.zoetis.com